Reducido a instrumento de tortura para bachilleres, souvenir de gringo o estampita religiosa de sojero exportador, el Martín Fierro se ajusta perfectamente a la definición de clásico que daba Borges: aquel libro del que todos hablan y nadie lee.
¿Cómo hacer que un libro valioso vuelva a ser leído? Esta reescritura posmovillera del clásico gauchesco intenta devolverle al libro su fuerza original. Dislocarlo apenas para que vuelva a ser el mismo. Del gaucho manso, idealizado, al guacho fugitivo, borracho pendenciero, racista y asesino. Del gaucho matrero al pibe chorro.
“Esta lectura del Martín Fierro de Hernández que hizo Fariña, siguiendo verso a verso al original y ‘traduciéndolo’ al slang contemporáneo y a la situación concreta de los marginados hoy, conserva mucho del original: muchos versos enteros y el mismo ritmo impresionante. La contaminación de gauchesca y slang fascina”. Gabriela Cabezón Cámara (Clarín)