En la estela de Les vies imaginaires de Marcel Schwob, estas pequeñas reconstrucciones -ni literarias, ni ensayísticas, ni filosóficas- parten de datos reales y con ellos lucubran sentidos que no necesariamente lo son, desembocaduras imaginarias (pero no infundadas), inflexiones políticas, y exploran aproximaciones imprevistas que se hallaban ocultas en escondrijos biográficos –o que, por verosímiles o por resultar de invenciones que no motivan incredulidad, puedan añadirse como una colectora menor a la historia de los efectos del texto spinoziano.
El método de trabajo es simple: se trata en cada caso de detectar el punto singular de una lectura imaginaria en base a un detalle, un poema, un pasaje, un libro, un comentario al pasar, un indicio político, y extraer de allí una deriva encriptada, la tangente que conduce hacia algo inadvertido o posible.
La vinculación del encuentro fortuito (una lectura siempre lo es) de un escritor y un libro de Spinoza con ciudades y fechas precisas, busca -si pudiéramos llamarlo así- un efecto de fotografía literaria: el día exacto, el lugar preciso…; una imposible recuperación de lo perdido en el río del tiempo, un hallazgo imaginario que restituye un episodio de lectura incierto o extraviado y sin registro a la trama de los hechos sucedidos alguna vez. Con todos ellos se buscó formar un delta, un conjunto azaroso de islas dispersas en una desembocadura muy alejada de cualquier origen.