Mientras Rocío se alejaba, a Álvaro se le cruzaron por la cabeza un montón de supersticiones propias del sensible espontáneo: que la gente inteligente es progresista, que cualquier persona merece ser escuchada, que en todas partes hay poesía, que en esencia el ser humano es bueno y que los chinos son los mejores acróbatas del mundo, entre otras. Fue como si, para no derrumbarse, repasara o tanteara los cimientos sobre los que creía estar en pie. Y lo hizo tan bien que tuvo una erección.”
Las ficciones de Bizzio suelen tener una fuerte impronta cinematográfica, como si estuvieran invitando al lector a firmarlas.
Maximiliano Tomas, Perfil