Siempre, incluso en un monoambiente donde parece no entrar un alfiler o en medio de una vida a las corridas y un trabajo abrumador, hay en este libro lugar para un poema. Y en un poema siempre hay tiempo para respirar, para decir lo que no se dijo o lo que quedó sin hacer; hay espacio para revelar los secretos naif que un padre guardaba en nosotros, para intentar acercarse a otro cuerpo o para llorar lo que no se lloró.
El título es una mentira. Acá las lágrimas tienen la fuerza del deseo y , cuando salen, cómo expulsadas de un ojo negro, deforman las palabras y las letras hasta volverlas cosas; pero no precisamente las mismas que nombran.
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Larisa Cumin.
