Imaginemos que estamos sentados y tenemos delante de nosotros una soga voladora que nos levita a la altura del pecho. Luego, imaginemos que de nuestras manos, con los dedos índices y mayores, formamos dos tijeras y que a la vez hacemos como si cortáramos la soga y el fragmento entre las tijeras cae en nuestra falda. Se puede levantar los pulgares para darle mayor realismo a la acción.
Ahora imaginemos que esa soga está hecha de un trazo, un desplazamiento espacial y temporal, y ese trazo es un fragmento de una historia, la historia que Malcon “Toti” D’Stefano nos cuenta y que sucede en un lugar de indefensión impreciso, pero cotidiano, que nos contiene, que nos cubre y protege.
Toti con un nudo une los extremos de la soga y nos presenta una suerte de anamnesis, o reconstrucción: nos señala las cosas del presente que no quiere que se trague el olvido.
Lucas Ariel Mercado