“En esta llanura / árida y caliente / voy a intentar con palabras / Voy a juntar mi lengua remota / la voy a hacer decir (hay palabras que ya no están / y laten)”.
En Una lengua remota los poemas por momentos se desbordan. Hay una voz que navega a la deriva en un río de arena, de tierra, de polvo. Resuenan distintas partes de la existencia; el cuerpo, la identidad, la música, el picoteo de las palomas. Hay un cuerpo que camina por las calles de una ciudad que podría ser cualquier ciudad. Es el cuerpo de un niño, es el cuerpo de un joven, es el cuerpo que suena y asusta.
Hay una lengua que se desparrama, un yo poético que intenta juntarla. Una lengua remota que, desde lo más profundo, profano, íntimo, se vuelve presencia exterior que pregunta y cues-tiona.
Hay dibujos, al final, que inútilmente intentan decir lo que las palabras no pueden.




